“El teatro escolar debe despertar conciencias para decir no a la opresión, la explotación, la corrupción y la miseria, pero también un sí valiente a la imaginación, la solidaridad, el amor, la justicia, la paz y la libertad”, Vicente Cutillas Sánchez.
El teatro es tan antiguo como la humanidad en tanto en cuanto sirve para expresar y conocerse a sí mismo para desatar su creatividad y saber establecer una comunicación eficaz con su público.
En el entorno educativo el teatro comenzó en las clases de retórica y oratoria, asignaturas obligatorias y “para la vida”, es decir, necesarias, ya que cuanto mejor fuera la expresión oral de una persona, más fácil tendría su lugar en el mundo y así poder convencer a la población de ideas concretas ligadas a la religión que generaba “mejores ciudadanos”.
Es curioso que en este arte (teatro) solo pudiesen participar los mejores alumnos de los colegios, es decir, los que gozasen de un estatus más elevado y se debía evitar la comedia a toda costa, ya que se consideraba como una falta de respeto. Había que centrarse en los dramas y las tragedias que debían favorecer las costumbres. Estas representaciones teatrales se hacían en las plazas o en los patios.
Aunque hubo barreras sociales y políticas, el teatro pudo adaptarse gracias a los “programas pedagógicos” en las escuelas que aparecieron a lo largo del siglo XX; “el ejercicio escénico ayudaba al cultivo del espíritu y la memoria, desarrollo del carácter y los sentimientos, el comportamiento, la voz, el gesto, la declamación y el porte” (Signorelli, 1963).
Nuestros antepasados le daban más importancia a la educación centrada en la retórica y la expresión oral, se podría decir incluso que existía una educación artística más concreta que actualmente, aunque también hay que recalcar que, a día de hoy, y dado que las redes sociales son imagen y comunicación, se hace hincapié en lo importante que es dedicarle tiempo al área de la expresión en todas sus formas donde el teatro puede ayudar.
A little bit of history
- El teatro y la pedagogía humanísticos es un buen ejemplo de instrucción de estudiantes si nos remontamos al siglo XVI, ya que se trataba de una vía de escape que les ayudaba a liberalizar pensamientos; había alumnos que se escapaban de las clases para ir al teatro.
- El realismo pedagógico confiaba en el poder de la educación para mejorar al hombre y a la sociedad y utilizaba el teatro para que la enseñanza resultase placentera.
- Los jesuitas tuvieron muy presente el teatro y los profesores de retórica eran los encargados de promoverlo entre los estudiantes.
El teatro integra la historia, la literatura, la sociología, la filosofía, la pedagogía y a la propia persona que vive en comunidad donde la creatividad y la comunicación son dos herramientas que pueden tener ventajas a la hora de afrontar retos en la sociedad actual y en las que hubo anteriormente gracias al teatro con el que se podía adquirir el dominio de la retórica.
En el siglo XX se desarrolló el teatro juvenil como práctica pedagógica de carácter escénico y se llegó a la conclusión de que el valor del juego en la educación y en el desarrollo físico y mental de los niños podía facilitarse con el teatro. Aparecieron libros y estudios sobre la práctica teatral en las aulas que dotaban de capacidad crítica a los jóvenes en materia ideológica, expresión oral, escrita, musical y plástica y donde podía darse una educación en valores como la amistad, la ecología, el pacifismo, etc.
El teatro en las aulas ayuda a los estudiantes a convivir y a trabajar juntos, ya que si uno hace algo que no estaba previsto afectará al resto de sus compañeros, de ahí la importancia de las improvisaciones en las que siempre hay un conflicto que tiene que solucionarse sin dejar de lado la postura de cada uno de los integrantes en escena; no hay que olvidar al compañero (o compañeros) con los que se improvisa. Lo que (no) haga una persona afectará al resto.
El teatro es una herramienta didáctica que alcanza objetivos de otras materias, es una asignatura y también es un producto estético (Motos, 2009).
Y el alumno, ¿qué pinta en todo esto?
- El estudiante podrá comprender las diferencias que hay entre unos y otros atendiendo a la diversidad que el teatro conlleva.
- El alumno sabrá diferenciar lo que es estético de lo que no lo es, podrá crear espacios y personalidades, con sus emociones y circunstancias previas.
- El alumno también adquirirá nuevo vocabulario y mejorará su expresión, sabrá analizar comportamientos y actitudes y persuadir (o en su caso disuadir) a otros.
- Los alumnos serán espectadores críticos y capaces de comprender los asuntos de actualidad de una forma dinámica, interpretarán ideas y tendrán más herramientas comunicativas que poder utilizar, se sentirán partícipes de lo que ocurre en escena, la responsabilidad aumentará (puesto que el actor debe ocuparse de sí mismo con sus compañeros) y empatizará.
¿Qué hay del profesor?
- Los artistas-pedagogos deberán tener una formación artística y pedagógica, ya que el actor no sabe cómo funciona el aula, ni el profesor cómo funciona el teatro, por lo que no bastará con saber de teatro para enseñarlo.
- El profesor deberá hacer un trabajo previo que consistirá en investigar a sus alumnos para adaptar las actividades a sus necesidades o gustos.
- El profesor deberá transmitir interés por el teatro y su panorama actual, deberá comunicar su disponibilidad para poder dar clase de la forma cercana a sus alumnos. Así generará el interés de ellos.
Antes de finalizar el texto, tenemos una pregunta que hacer: ¿existe un “sistema” dentro de la educación teatral? ¿Sabéis cuál es o podría ser? Más pronto que tarde publicaremos un nuevo artículo (cortito) sobre lo que hemos investigado nosotros, pero ya sabéis que estaremos encantados de que hagáis comentarios, porque toda sugerencia puede ser un gran aprendizaje y estamos dispuestos a seguir aprendiendo.