Hay que aclarar que el mundo que habitamos se divide en distintas grupos a los que vamos a denominar sociedades.
La forma de vivir de Occidente no es la misma que la que viven en los países de África o en Oriente. Esto no es difícil de entender si vivimos el presente, vemos las noticias que muestran los medios de comunicación, contrastamos y somos críticos con lo que se nos muestra. Es una visión que hay que tener clara a la hora de hablar de “flipped classroom”, en adelante “clase inversa” (sometámonos a la Fundéu). Este método de enseñanza solo es posible en los países más desarrollados, aquellos que tienen acceso a las tecnologías.
Centrémonos en nuestra sociedad para entender el contexto en el que se desenvuelve esta innovadora forma de educar:
Vivimos en un lugar lleno de pantallas. Tan pronto estamos viendo la televisión, que estamos con la tableta o con nuestro teléfono móvil al mismo tiempo que escribimos un tuit sobre ese programa que se está emitiendo (lo que se llama televisión social). Vivir así supone el uso de distintos tipos de tecnología y hay que intentar aprovechar al máximo cada dispositivo en el entorno educativo, siempre y cuando seamos coherentes y lógicos y utilicemos la tecnología en beneficio del docente y el alumno.
El aprendizaje tradicional es ese en el que el profesor da instrucciones en clase y el alumno se lleva los deberes a casa donde, si paramos a pensar, el alumno no cuenta con el mejor recurso que la educación puede ofrecer: el docente. De ahí que muchas escuelas y universidades estén utilizando la clase inversa.
¿Qué es la clase inversa?
Se trata del nexo entre el aprendizaje presencial colaborativo y el aprendizaje no presencial que contribuye a que el alumno crezca personalmente para hacer tareas de manera autónoma.
En el modelo tradicional el alumno acude a clase para escuchar al profesor y se mantiene pasivo, sin ningún tipo de interacción. El alumno espera a que su profesor le dé la instrucción de tener que entregar al día siguiente los deberes sobre lo que se ha explicado en el aula.
El modelo inverso busca la interacción y el aprovechamiento de la clase presencial para hacer los deberes que tienen relación con el tema que se ha mandado en vídeo previamente. Con este modelo se busca la resolución de dudas y un seguimiento del alumno mucho más preciso donde analizar de forma crítica los conocimientos entre todos los compañeros durante el período de clase. Cabe destacar el uso de los contenidos multimedia. El profesor se graba a sí mismo explicando el temario; es una explicación clara, breve y concisa para que el alumno, que normalmente no está dispuesto a ver vídeos si no tienen relación con las últimas tendencias en videojuegos o moda, haga ese esfuerzo, promoviendo así el trabajo autónomo. Es una forma de llegar a los alumnos, ya que el profesor se actualiza. Esto genera una buena impresión en el alumno: ¿el profesor me manda un vídeo explicándome un asunto?, ¡cómo mola el profe!
En definitiva se trata de destinar el tiempo de clase para profundizar en esos contenidos audiovisuales y debatir sobre ellos para aprender en colaboración con el resto de alumnos.
Dicho de otro modo, los deberes se hacen en clase en lugar de en casa.
En otras palabras: el alumno estudia en casa el contenido teórico con ayuda de los materiales elaborados por el profesor y al día siguiente los aplica en clase. De esta manera, las clases son más prácticas, se produce interacción y el alumno aprende a su ritmo.
Hay quienes argumentan que esta forma de enseñanza-aprendizaje acabará sustituyendo al contacto cara a cara, pero nada más lejos de la realidad. La clave está en saber utilizar la tecnología en función de las necesidades del alumno y el profesor para poder utilizar esta metodología. En todo caso, la tecnología debe utilizarse para humanizar la educación.
Hay que convertir la educación en “el lugar donde los jóvenes quieran estar”.
Miguel Sedoff