Hay que educar a las personas. También de manera afectivo-sexual, como ya hacen en algunos países, porque la pornografía es la información más potente, más que cualquier otra información y no es la que mayor calidad tiene, por muy nítida que sea la imagen.
¿Has recibido educación sexual en algún momento de tu vida en el colegio? ¿A que no? Has recurrido al porno directamente.
Si los adolescentes (e incluso antes de la adolescencia, en infantil, como proponen algunos) no reciben educación en el sexo y solo buscan la información acudiendo a internet, no solo no estarán preparados, sino que estarán generando “contravalores” porque mantendrán la idea de que el sexo es machista y no hay cabida para la empatía y mucho menos para el respeto.
Las personas viven cada vez más jóvenes experiencias sexuales (la edad media ronda los 15 años) y hay que educarles antes de pasar a la práctica sexual. No solo para evitar embarazos no deseados, sino para que entiendan la diversidad sexual que nos rodea, para que tengan autoconocimiento del cuerpo y conocimiento del cuerpo de los demás.
Hay que educar para prevenir y detectar violencia porque el sexo, según lo muestran las páginas pornográficas, es muy violento y el sexo es un acto de empatía, de respeto. Hay que entender que el sexo no es el porno, “¿cómo se reproduciría en un primer encuentro sexual el modelo pornográfico?”, a veces no solo vale con la observación, hay que interiorizar esa experiencia sexual venidera.
El sexo también educa, pero tenemos que contar con personas especializadas como un sexólogo. Nuestros jóvenes tienen que saber que el significado del sexo: autoestima, afecto, comunicación, diversidad sexual, placer, consentimiento.