Protocolo, videollamadas, pantallas, profesores, alumnos y familias. Sistema educativo y políticos, el colegio como un factor relevante a nivel social, clases online o presenciales…
Todos estos asuntos han sido los protagonistas el tiempo que hemos estado en casa, confinados, viendo series y películas y a tope de estrés por la cantidad de deberes que se han mandado. Alumnos enfrentados y con distintas opiniones, unas favorables y otras no tanto: “clases inútiles”, “mejor seguimiento online”, “falta de privacidad”, “asignaturas más difíciles que precisan al docente para su explicación”, etc.
La nueva realidad implica una reflexión y una puesta en marcha de distintos planes de actuación en el sistema educativo que no depende únicamente de los colegios, sino también de los políticos, de sus inversiones para que se cumpla con ese lema de “educación universal accesible a todo el mundo”. Pero, ¿disponen todas las familias de un ordenador? Sin tecnología no hay aprendizaje en educación en tiempos de coronavirus.
La covid 19 nos ha dado alegrías, también tristezas y melancolía al no poder ver a nuestros familiares y en el entorno educativo, a nuestros amigos, a nuestros compañeros. El virus nos ha supuesto una pausa para pensar, decidir hacia dónde ir; nos ha regalado soledad aliviada con cultura a través de series y películas… para que luego la cultura se infravalore. La educación juega un papel fundamental en la forma de entenderla.
Los profesores han tenido que ponerse de acuerdo y dejar de defender su materia sin tener en cuenta el resto de asignaturas, ocasionando estrés y muchas quejas por parte de los alumnos:
“Los profes meten miedo diciéndonos que volveremos a clase, aun sabiendo que no será así como justificación para hacer los deberes, sin apenas tener tiempo para salir en fase 2 y siendo nosotros mismos los que corrijan nuestro trabajo” ¿Pero aquí quién es el profesor y quién es el alumno? ¿Por qué tanta borrosidad entre roles?
Los hermanos mayores indignados con los profesores de sus hermanos pequeños:
“Le están mandando deberes a saco a través de una plataforma que usan en su cole, pero se los piden a las 00:00 horas, cuando debería estar durmiendo. Vamos, que mi hermano hasta el cuello por culpa de los profesores que tienen que demostrar que mandan trabajo” Bueno, bueno, lo de las horas te lo compramos, pero lo de demostrar que los profes mandan trabajo, te lo regateamos.
Y más quejas:
“A mí no me han dado ni una clase online. Es más, han subido los materiales y a dos semanas de los exámenes han empezado a hacer tutorías”. Uy, uy, uy, qué falta de consideración.
“Al principio, las clases online funcionaban mejor, estaba centrado en mis tareas y en el trabajo por proyectos, pero llega un punto en que a nivel psicológico quema un montón porque no recibes feedback del profesorado, estás trabajando solo”. Solo ante el peligro.
“Hay profesores que realmente tienen vocación, pero hay otros que no y se nota. Los hay más interesados y se implican, pero luego únicamente mandan PDF y nada más”. ¡A estudiar! Bueno, bueno, ¿qué tipo de intereses? Hablemos de privacidad:
“Desde la universidad se quería violar nuestro derecho a la intimidad colocando cámaras en nuestras casas a la hora de hacer el examen” Turbio, muy turbio, pero esa violación no solo es cosa de la institución, sino que los profesores también se veían obligados a dar su número privado para resolver todas y cada una de las dudas que surgían por parte de alumnos y padres de los susodichos con el fin de establecer una interacción y un acompañamiento óptimo para el desarrollo de los conocimientos del alumno y es que el homeschooling no funciona a menos que seas profesor y padre, pues muchas familias no tienen la capacidad de enseñar y no todo padre es profesor por mucho que sea guía y ejemplo a seguir para sus hijos. De ahí la importancia de todos los trabajos, de ahí la reivindicación de buenos profesionales de la enseñanza. Pero vaya, que la lucha por la Ley de la Protección de Datos que los docentes han concienciado durante tanto tiempo a sus alumnos, se ha ido al garete.
Las clases online suponen el empleo de dispositivos electrónicos no accesibles a todo el mundo. Hay colegios que sí ceden aparatos para que todo alumno pueda seguir las clases, pero si la educación es universal y accesible, el uso de una tablet u ordenador no siempre es alentador porque son tecnologías de las que no disponen todos los alumnos. Aquí entra en juego la política y los políticos porque la educación no es solo cosa del centro, sino también de la inversión destinada a este ámbito. Es un trabajo colaborativo y “las políticas dejan mucho que desear y sus representantes tienen mucho en lo que pensar para destinar dinero a la hora de repartir”.
Hay otras personas que ven las dos caras de la educación en era de coronavirus:
“La docencia online es complicada para ambas partes: los alumnos lidian con la tarea de realizar unos exámenes en los que no nos pueden vigilar y se llega a puntos extremos donde se nos perjudica bastante a la hora de calificarnos. Pero sí es cierto que las clases se grababan y se había dudas podía recurrirse a la grabación para solventarlas todas”.
“En mi caso, las clases online y toda esta situación, a diferencia de mis compañeros y sus quejas, me ha sorprendido gratamente. Lo único que he hecho online han sido las tutorías para mi TFG. Ha sido muy cómodo, se grababan las conversaciones y si tenías cualquier otra duda, podías volver a la tutoría compartiendo pantalla donde el profesor señalaba las cosas para mejorar el trabajo, dándome una explicación. Si continuamos investigando herramientas como estas, dentro de cincuenta años puede que las clases universitarias presenciales desaparezcan porque si algo nos ha demostrado la covid 19, es que muchos trabajos se pueden realizar de forma telemática”.
Y hay estudiantes que dicen que no ha cambiado su forma de aprender ni de atender en las clases (sobre todo los que estudiaban a distancia) que argumentaban que el acompañamiento y las tutorías eran inmediatas y más trabajadas, más personalizadas con el fin de facilitar el aprendizaje del alumno. Los profesores estaban más atentos. Así, también nos han comentado que no tener que desplazarse hasta el centro de estudios, ha sido todo un aprovechamiento del tiempo: “valoro mucho el tiempo porque hago muchas cosas y con las clases online y estableciendo horarios, puedo asistir a clase incluso sin vestirme y organizarme mucho mejor sin tener que desplazarme”. Hombre, vístete, vístete, que las apariencias importan.
En cuanto a la forma de proceder en el sistema educativo, experimentado lo vivido, “habría que reformarlo y mejorarlo mediante la planificación para saber cómo trabajar llegando a un consenso entre alumnado y profesorado” y así evitar los “aprobados generales que son un cachondeo. Hay padres que han dejado de pagar al centro porque dicen que en julio tendrán que dar clase a los alumnos con más dificultades y eso no gusta a todo el mundo”.
Para terminar, hay que hacer referencia al uso abusivo de las pantallas durante el confinamiento que ha acarreado tantas dolencias oculares, de cuello y espalda porque si ya utilizamos las pantallas a todas horas, imaginémonos el incremento de horas ante la pantalla en este tiempo… una locura.
La educación online debe ser un complemento a la presencial. La educación no solo es una adquisición de conocimientos, sino también un agente social donde los alumnos y los profesores establecen relaciones y se comunican entre ellos, construyendo amistades con otros compañeros, aprendiendo a trabajar en equipo. La educación cumple no solo un rol de proyección de conocimientos, sino un rol social que nos hace más humanos.
La “nueva normalidad” supone replantearse el sistema educativo adecuándolo a la nueva realidad.
Estaremos encantados de que hagáis comentarios, porque toda sugerencia puede ser un gran aprendizaje y estamos dispuestos a seguir aprendiendo.